El Superhombre y la VOLUNTAD DE PODER

By psicoconsultas - abril 13, 2020

El superhombre, es capaz de transmutar todos los valores, de volver a construir allí donde se ha destruido.

Por Ayaibex Montas / Santo Domingo



Es el momento del superhombre, y con él llega el fin de la moral de siervos. No se trata, por tanto, de renunciar a los valores, sino más bien de invertirlos, de dar la vuelta a la moral de esclavos, que reniega contra la vida y construir unos nuevos, que constituyan un sí rotundo contra la
misma, esto es, la moral del amo.

El hombre actual, es un puente, es un tránsito, una camino y no una meta, ni un fin:


El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre — una cuerda sobre un abismo (Así Habló Zaratustra).


El hombre es algo que debe ser superado. Este hombre que ha de ser superado es el que sigue aferrado a la moral del esclavo, de la moral del rebaño, esa moral que desprecia la vida en la tierra y vive con la ilusión de alcanzar la inmortalidad en el más allá, y con esa idea, deja de vivir. Esta renuncia a la vida es lo que hay que superar, construir unos valores que supongan la total afirmación de la vida, y no al contrario, como ocurre con la moral tradicional.

Características del superhombre de Nietzsche

Rechaza la moral de esclavos, que ensalza valores como la cobardía, el miedo, la obediencia, el servilismo, el rencor y el desprecio contra la vida, en favor de la moral de amos, aquella que apuesta por el amor, el cuerpo, lo terrenal, lo trágico y lo dionisíaco.

La moral del esclavo es la moral del rebaño, de los que siguen ciegamente las normas establecidas porque no son capaces de crear unos propios. En cambio, como el niño, el superhombre es creatividad pura, no necesita que nadie le dicte unos valores, porque ya tiene los suyos.
El superhombre es creador de valores, a diferencia del hombre actual, que toma prestados unos valores heredados por la tradición. El superhombre, en cambio, construye su propia escala de valores y voluntariamente se somete a los mismos, porque estos valores son fieles a la tierra. Es la afirmación de la vida, el creador y el dueño de su propia vida y de su destino.

  El superhombre acepta el eterno retorno de lo mismo, es decir, la no trascendencia, la ausencia de finalidad. Solo existe el instante. No hay ni pasado, ni presente, ni futuro, sino devenir.
El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social (con la aristocracia, por ejemplo), ni con un grupo definido biológicamente (con una raza) pues los genes no son una garantía de excelencia. Pero lo podemos reconocer a partir de su conducta moral:

1. Rechaza la moral de esclavos
2. Rechaza la conducta gregaria
3. Crea valores
4. Vive en la finitud
5. Le gusta el riesgo
6. Es contrario al igualitarismo
7. Ama la intensidad de la vida

 Se encuentra un texto, un ensayo"Der Einzige und sein Eigentum", publicado por Max Stirner en 1844 donde dice: “Una de las ideas que ha defendido con mayor interés, es que los valores tradicionales representados por el cristianismo someten a las personas más débiles a una "moralidad esclava", que no provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia todo lo que sucede a su alrededor. Para él, esos valores tienen que desaparecer para que aparezcan otros nuevos que representen su prototipo de hombre ideal, al que él mismo llamó superhombre. Combate la moral impuesta por las religiones e impulsa una moral que surja desde lo más profundo de las personas”.
 Según Nietzsche, ese superhombre es seguro, independiente e individualista, y no se deja llevar por la multitud; al contrario de las personas débiles, que sólo se dejan llevar por las tradiciones y las reglas establecidas.

LA VOLUNTAD DE PODER

En la voluntad de poder expresa Nietzsche su visión del mundo y del hombre.

  Desde la óptica cosmológica, decir que el mundo es voluntad de poder significa que lo real es un conjunto de fuerzas desiguales, cualitativamente distintas entre sí, que dominan y son dominadas, en lucha incesante, que les impide alcanzar el equilibrio, pues Nietzsche define precisamente la fuerza como voluntad de poder . Contrariamente, la ciencia moderna ha tratado de ignorar, según Nietzsche, el componente cualitativo y desigual de la fuerza, buscando la medición y cuantificación de las mismas, su reducción a fórmulas numéricas y su igualación. A través del mecanicismo, de la cuantificación y matematización de los fenómenos, la física moderna ha tratado de anular las diferencias entre las fuerzas que componen al universo, creando un modelo de naturaleza, dominado por la idea de equilibrio y orden.
 Frente a esta visión mecanicista, Nietzsche ofrece otro modelo simulado, metafórico, que subraya el carácter desigual, cualitativo y caótico de las fuerzas que constituyen al mundo y consecuentemente el carácter caótico del universo mismo. Desde la perspectiva de Nietzsche, el ser, la naturaleza no es esa realidad acabada, perfecta, simple e inmutable, que la razón humana puede penetrar hasta en sus últimos entresijos, sino voluntad de poder. El ser, en tanto voluntad de poder, es un perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre cambiantes, que ofrecen infinitas posibilidades de análisis e interpretación.
  La realidad es voluntad de poder (dimensión cosmológica de la metáfora) y también el hombre es voluntad de poder (dimensión antropológica de la metáfora). Y decir que el hombre es voluntad de poder es considerar lo humano como un conjunto de fuerzas (las pasiones, los deseos, la razón ), que buscan crecer, desarrollarse y ser más. Estas fuerzas, que forman al hombre, no alcanzan tampoco el equilibrio y la armonía, de manera que si en el universo la metáfora de la voluntad de poder subraya el carácter caótico de la naturaleza, en el plano psíquico la voluntad de poder nos está mostrando el microcaos que supone ser hombre, cada uno de los hombres. La razón en el hombre no es la fuerza dominante, que se impone siempre a las demás, sino una fuerza más, que se expresa en el hombre, junto con las otras fuerzas, al mismo nivel y con el mismo rango (irracionalismo), dominando a veces y otras siendo dominada.Y si la razón no tiene por qué ser la fuerza dominante, no cabe hablar de un yo, de un sujeto que se responsabilice de la acción y de la fuerza. La idea de yo no es más que una ficción lingüística, que sirve para arropar el concepto de responsabilidad moral, invento ficticio para hacer que los hombres se sientan culpables de su fortaleza u orgullosos de su debilidad.
  Es el poder quien quiere en la voluntad. La voluntad de poder en el hombre es la creadora de valores. Toda fuerza impulsora es voluntad de poder que, en este sentido, es la esencia misma del ser, y que, como principio afirmador, está situado más allá del bien y del mal . 

“¿Queréis un nombre para este universo, una solución para todos sus enigmas?
¿Queréis en suma una luz para vosotros, los más tenebrosos, los más fuertes, los
más intrépidos de todos los espíritus? Este mundo, es el mundo de la voluntad de poder y nada más. Y vosotros sois también esa voluntad de poder, y nada más. [...]”. Del libro La voluntad de poder.

“ La «voluntad», naturalmente, no puede obrar más que sobre una «voluntad», y no sobre una materia (sobre los «nervios», por ejemplo); en una palabra, hay que llegar a plantear que siempre que se constatan «efectos», es que una voluntad obra sobre una voluntad, y que todo proceso mecánico, en la medida en que manifiesta una fuerza actuante, revela precisamente una fuerza voluntaria, un efecto de la voluntad. Suponiendo, por último, que se llegase a explicar toda nuestra vida instintiva como el desarrollo interno y ramificado de una forma fundamental única de la voluntad --de la voluntad de poder, es mi tesis--; suponiendo que se pudiesen reducir todas las funciones orgánicas a esa misma voluntad de poder, y que ésta encerrase en sí, por lo tanto, la solución del problema de la procreación y de la nutrición --es un mismo y único problema--, habríamos adquirido el derecho de llamar a toda energía, cualquiera que fuese, voluntad de poder. El universo visto desde dentro, el mundo definido y designado por su «carácter inteligible», sería justamente «voluntad de poder», y nada más”. Del libro Mas allá del bien y del mal

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