Trastornos de Personalidad.

By psicoconsultas - abril 13, 2020

Trastornos de Personalidad de Adolf Hitler y Rafael Leónidas Trujillo

Por Ayaibex Montas / RD


La pregunta acerca de las características psicológicas de Hitler y Trujillo ha sido formulada  por muchos especialistas.


Llueven diversas opiniones acerca del diagnóstico de estos dos personajes. La psicopatografía de Adolf Hitler y de Trujillo es un término general en la literatura psiquiátrica (patografía, psicobiografía) que enfrenta la hipótesis de que ambos sufrían trastornos mentales.

Surge la advertencia formulada por algunos autores de que patologizar a Hitler y a Trujillo inevitablemente significaría darles de alta de su responsabilidad. Otros han temido que por diagnosticar a ambos dictadores, toda la culpa recayera sobre ellos, quitándole responsabilidad a quienes les sirvieron y le siguieron.

 A Trujillo lo han considerado desde psicópata a señalar que padecía un trastorno antisocial de personalidad, como así lo afirma el psiquiatra José Miguel Gómez en su  libro Trujillo visto por un psiquiatra.
 A Hitler lo han considerado esquizofrénico, histriónico, sociópata, entre otros. El diagnóstico de ambos dictadores cae dentro de los llamados trastornos de personalidad. Un trastorno de personalidad es un patrón permanente e inflexible de experiencia y comportamiento que se aparta de lo que se considera habitual en la cultura del sujeto que lo padece y que se manifiesta en la forma de percibir el mundo que le rodea, la afectividad, las relaciones interpersonales y el control de los impulsos.

ADOLF HITLER: TRASTORNO ESQUIZOTIPICO DE LA PERSONALIDAD
(CON DELIRIOS DE GRANDEZA)

  Hitler es claramente esquizotipico. Presenta formas extrañas de pensamiento, percepción y comunicación. Su antisemitismo proviene de una falsa percepción y el paralogismo de que “la raza aria es superior”, llega a convertirse en un delirio que progresa la construcción de las cámaras de gas.
El a nivel emocional nunca se casa, solo mantiene una relación con su amante pero no se compromete, lo cual es indicador de un déficit social. Hitler padeció una infancia traumática que fue eclipsada por una madre depresiva y un padre tirano.
  El trastorno de personalidad esquizotipico de Hitler se ve agravado en paranoia debido a su abuso de cocaína en forma de colirio y de anfetaminas. A lo largo de su vida, presento conversión de ceguera y somatización con cefaleas.
  Estos sujetos pueden ser supersticiosos o estar preocupados por fenómenos paranormales ajenos a las normas de su propia subcultura. Pueden sentir que tienen poderes especiales para notar los hechos antes de que sucedan o para leer los pensamientos de los demás. Pueden creer que tienen un control mágico sobre los demás, que puede ser utilizado directamente o indirectamente. El poder sobre las masas que Hitler ejercía en sus discusos parecía mágico y esto viene por la propia falsa creencia de este dictador.
  Aplicando en su lenguaje palabras y conceptos de formas poco usuales como en su libro “Mi Lucha” y en toda su oratoria. Los individuos con este trastorno suelen ser recelosos y pueden presentar ideación paranoide.
  Frecuentemente, no son capaces de hacer servir todo el abanico de afectos y habilidades interpersonales necesarias para relacionarse adecuadamente y, por tanto, suelen interactuar con los demás de una manera inapropiada, inflexible o constreñida. Estos sujetos son considerados frecuentemente raros o excéntricos a causa de sus manierismos poco corrientes, una forma tosca de vestir que «no se lleva» y una falta de atención a las convenciones sociales
habituales. Esta forma de vestir se normaliza con el uso de uniformes.

  En cuanto a un marco teorico de este diagnostico podemos citar a Robert G.L. Waite, un psicólogo-historiador de Williams College, quien estuvo trabajando para una exploración interdisciplinaria del nazismo desde 1949, combinando métodos historiográficos y psicoanalíticos. En 1977, publicó su estudio El Dios Psicopático, en el que consideró que la carrera de Hitler no puede entenderse sin tener en cuenta su personalidad patológica. Waite supone que Hitler sufría de trastorno esquizotípico de la personalidad, una condición que en ese momento se conoce como " trastorno límite de la personalidad". El término recibió su actual significado sólo al final de la década de 1970. Hasta entonces, "el trastorno límite de la personalidad" se refiere a un trastorno en la zona fronteriza de la neurosis y la esquizofrenia, para el que Gregory Zilboorg también había acuñado el término "esquizofrenia ambulatoria".Como señales de que Hitler tenía esta condición, Waite especifica complejo el de Edipo de Hitler, su fantasía infantil, su inconsistencia volátil y su presunta coprofilia y urolagnia. El punto de vista de Waite concuerda parcialmente con el del psiquiatra de Viena y sobreviviente de Buchenwald, Ernest A. Rappaport, quien ya en 1975 había llamado a Hitler un "esquizofrénico ambulatorio" . 

Criterios para el diagnóstico de F21 Trastorno esquizotípico de la personalidad (301.22)

A. Un patrón general de déficit sociales e interpersonales asociados a malestar agudo y una capacidad reducida para las relaciones personales, así como distorsiones cognoscitivas o perceptivas y excentricidades del comportamiento, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes puntos:

1. ideas de referencia (excluidas las ideas delirantes de referencia)
2. creencias raras o pensamiento mágico que influye en el comportamiento y no es consistente con las normas subculturales (p. ej., superstición, creer en la clarividencia, telepatía o "sexto sentido"; en niños y adolescentes, fantasías o preocupaciones extrañas)
3. experiencias perceptivas inhabituales, incluidas las ilusiones corporales
4. pensamiento y lenguaje raros (p. ej., vago, circunstancial, metafórico, sobreelaborado o estereotipado)
5. suspicacia o ideación paranoide
6. afectividad inapropiada o restringida
7. comportamiento o apariencia raros, excéntricos o peculiares
8. falta de amigos íntimos o desconfianza aparte de los familiares de primer grado
9. ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiarización y que tiende a asociarse con los temores paranoides más que con juicios negativos sobre uno mismo

B. Estas características no aparecen exclusivamente en el transcurso de una esquizofrenia, un trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos u otro trastorno psicótico o de un trastorno generalizado del desarrollo. Como el psiquiatra Jan Ehrenwald ha señalado, la pregunta que a menudo se ha descuidado, es que cómo un posible enfermo mental como Hitler podría haber sido capaz de conseguir millones de seguidores entusiastas que apoyaron su política hasta 1945.​ Daniel Goldhagen argumentó en 1996 que el ascenso político de Hitler no era por su psicopatología, sino más bien por las condiciones sociales precarias que existían en ese momento en Alemania.

TRATAMIENTO PARA EL TRASTORNO ESQUIZOTIPICO DE LA PERSONALIDAD.

  El tratamiento del trastorno esquizotípico de la personalidad a menudo incluye una combinación de farmacoterapia y uno o más tipos de psicoterapia. Muchas personas pueden recibir ayuda con trabajo y actividades sociales que sean adecuadas para su estilo de personalidad.
  El mejor enfoque para este paciente seria la arteterapia. Por su amor al dibujo. Orientado a la rehabilitación y a la integración social promoviendo una mayor confianza en las relaciones y una actitud empática de servicio en la comunidad. Dentro de los objetivos terapéuticos: Ofrecer un espacio y un tiempo de seguridad, contención, regularidad y espíritu lúdico para la arteterapia.
  Fomentar la expresión simbólica del mundo interno de los participantes, sus expectativas, deseos, temores, emociones, etc. Fomentar la comunicación de los pacientes consigo mismos/as y con las personas de alrededor, a través de la obra plástica. Fomentar la creatividad desde la iniciativa y los procesos internos del propio paciente.
  Otros objetivos serian: favorecer el ajuste de su autoconcepto, fomentar la utilización de su creatividad e imaginación, confrontarse con el principio de realidad y modular su expresión verbal compulsiva.

  Uno de los tratamientos más importantes es el entrenamiento en Habilidades Sociales y terapia interpersonal para ayudarlos a relacionarse mejor con los demás y establecer una base de contacto con el resto. Esto puede aumentar su autoconfianza, disminuir los sentimientos de tristeza e incluso ayudar en casos de depresión. También se recomienda terapia de grupo en estos casos.
  Como psicoterapia individual nos encontramos un tratamiento del pensamiento mágico y de las ideas extrañas. Nunca hay que juzgarlas ni enjuiciarlas sólo contrastarlas con la realidad y las evidencias. El propio paciente es el que tiene que darse cuenta.
  
  Es muy importante el tratamiento farmacológico con antipsicóticos (para tratar ideas de referencia, ilusiones, etc.) y en algunos casos se recomiendan los antidepresivos.


RAFAEL LEONIDAS TRUJLLO: TRASTORNO NARCISISTA DE LA PERSONALIDAD (CON DELIRIOS DE GRANDEZA).

  Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó con mano dura a República Dominicana, entre 1930 y 1961, cuando fue ajusticiado por un grupo de nacionalistas, está considerado como uno de los más grandes megalómanos de la historia. Mezcló el culto a su personalidad con delirios de grandeza, creyéndose superior a Napoleón, César, Hitler, Bolívar, Franco y otros grandes hombres de la historia universal. Realmente Trujillo quiso parecerse al César romano, considerado en su tiempo como la mujer de todos los hombres, y el hombre de todas las mujeres.

  Su diagnóstico seria un narcisista con delirios de grandeza y de omnipotencia.

  Las personas con rasgos megalómanos creen que tienen una capacidad mayor de la que realmente tienen y eso hace que puedan llegar a puestos de poder.
 Este tipo se caracteriza por una visión exagerada de su propia valía (lo que se denomina grandiosidad). Los pacientes con este trastorno esperan ser tratados con deferencia y pueden aprovecharse de otras personas porque piensan que su superioridad lo justifica. Sus relaciones se caracterizan por una necesidad de admiración, y a menudo piensan que los demás están celosos o les envidian. Estos pacientes son sensibles a las reacciones de los demás, pero solo cuando estas reacciones están relacionadas con ellos. Son extremadamente sensibles al fracaso, la derrota y a las reacciones negativas de otros, incluyendo la crítica.
  
  Este dictador tenía que oír y sentir constantemente el halago de las lenguas melifluas de sus cortesanos. Frases tales como "Dios y Trujillo" acuñada por Jacinto Mozo Peynado; "Trujillo y Dios" del jurista Arturo Logroño; o el contenido de Merengues típicos como el titulado "Trujillo Molina, hombre sin igual", cuyas letras se difundían por toda la nación: "Trujillo en la tierra y en el cielo Dios", se han recopilado más de 300 merengues que alaban su obra, son un claro indicio de que el dictador era un paciente psiquiátrico en potencia.
  Si estudiamos con detenimiento su personalidad observamos que este personaje cumple con los criterios de trastorno narcisista de la personalidad. Criterios para el diagnóstico de F60.8 Trastorno narcisista de la personalidad (301.81)
  Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:

1. tiene un grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros
proporcionados).
2. está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
3. cree que es "especial" y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto status.
4. exige una admiración excesiva.
5. es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas.
6. es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7. carece de empatia: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
8. frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él.
9. presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.

  A Trujillo, según Joaquín Balaguer, "Lo poseyó sin duda una megalomanía casi patológica, pero la utilizó malignamente para rebajar a todos sus compatriotas hasta un nivel en que a nadie le fuera posible competir con él en ninguna ctividad humana". La envidia hacia los demás corría pareja con su profundo resentimiento social.
  Con sus hermosos y vistosos uniformes soportaba sobre su pecho el peso de varias libras de medallas, -o chapas y de ahí su apodo de “Chapita”-; ora con el bicornio o el tricornio, ora con el traje de Generalísimo achamarrado, el dictador se paseaba entre sus acólitos, hombre y mujeres, marcando el paso de la vida nacional. Adoptados todos los títulos militares se endilgó el Generalísimo.

  Su narcisismo es proverbial. Por la época de la celebración de los 440 años de fundación de la capital, a Santo Domingo, el dictador decidió cambiarle el nombre por el de Ciudad Trujillo, denominación que subsistió, desde enero de 1936, durante el siguiente cuarto de siglo. Similar suerte corrió la montaña más alta de la isla, el Pico Duarte, conocida en su dictadura como Pico Trujillo, además de varios pueblos y una provincia. Algunos otros lugares como calles, avenidas, carreteras, escuelas, naves de guerra, puentes y canales de riego los rebautizó con su nombre o con nombres de miembros de su familia. Existieron orquestas y equipos de beisbol con su nombre. Una emisión de billetes de 20 pesos llevó su imagen.
  En la ciudad estaban 1.217 estatuas de Trujillo, esculpidas, moldeadas y fundidas en toda clase de materiales nobles, y en toda las posiciones imaginables: a caballo, con toga, pedestres, heroicas. En cada hogar dominicano, una placa emotiva rezaba: En esta casa, Trujillo es el jefe.

  Las distinciones que se molestó en gestionarse incluyen títulos tan bizarros como el de "La Orden de Los Pioneros de Liberia" y tan reveladores como el de "La Orden Piana" o la de "San Gregorio Magno", ambas concedidas por el Vaticano a su piadoso feligrés. En la chorrera de chapitas no faltan reales exotismos como la "Gran Cruz Jerosolimitana del Santo Sepulcro" y la de "Medhula" de Marruecos y el "Gran Cordón Rojo con Bordes Blancos de La Orden china del Brillante Jade", y que tal el "Collar de la Orden de Trujillo", concedido por Trujillo a Trujillo, además de un doctorado Honoris Causa de una universidad norteamericana, entre todo un enjambre de reconocimientos cabildeados con la mayor necedad en los cinco continentes.

TRATAMIENTO PARA EL TRASTORNO NARCISISTA DE LA PERSONALIDAD.

  El tratamiento psicológico iría dirigido a hacerle ver que esas creencias de grandeza son falsas. Intentar derribar la pared de lo que el percibe y en lo que cree para hacerle ver que es falso. Se recomienda un tratamiento combinado psicológico y farmacológico, con neurolépticos, que ayudan a rebajar la intensidad de la idea delirante.

  El objetivo es ayudar al paciente a reflexionar sobre las dificultades que presenta y lo que puede hacer para implicarse de manera activa en su recuperación. Otro de los objetivos es ayudar al paciente a diferenciarse a sí mismo del trastorno.
  Las personas con trastornos de la personalidad se pueden beneficiar de tratamientos estructurados siempre que situemos a la persona en un primer plano. Si nos centramos en el diagnóstico, en los síntomas más aparentes y “molestos” y nos olvidamos de la persona, de las motivaciones y de lo que hay detrás de muchas de las conductas, corremos el riesgo de que el árbol no nos deje ver el bosque es decir, a la persona en su globalidad.
  El tratamiento psicológico del trastorno narcisista ha sido estudiado por varios autores. Theodore Millon advierte que cuando el medio ambiente que rodea al narcisista le proporciona una buena dosis de refuerzo, es muy difícil que este acuda a terapia, ya que los sentimientos de grandeza defensiva le vacunan frente a sentimientos disfóricos y depresivos.
  El hecho de que el narcisista cuente con fuertes mecanismos de defensa y elevada capacidad para desenvolverse con éxito en la sociedad disminuyen las probabilidades de que acepte de buena gana el “defectuoso” papel de paciente. Además, muchos de los narcisistas que acuden a terapia, movidos ante el hecho de haber tocado algún sentimiento de vacuidad e ineficacia, no están dispuestos a abandonar su defensa, y buscan en la terapia aliarse con el mejor profesional para perfeccionar el sí mismo en lugar de entenderlo.
  Por lo tanto, su falta de humildad para recibir la idea de incorrección hace que la confrontación sea un asunto muy espinoso, incluso cuando el terapeuta cree haber establecido un sólido vínculo.
  Por otra parte, los psicólogos acostumbrados a proporcionar a sus pacientes un cálido apoyo pueden reforzar que el paciente salga enorgullecido de la sesión y fortalezca su defensa confirmando su grandeza. Aunque también puede ocurrir que, desde la calidez del apoyo, el narcisista salga de repente de su concha defensiva y abandone la terapia negando su necesidad de afecto. Millon  afirma que uno de los errores más frecuentes que se cometen en terapia con estos pacientes consiste en dar alivio rápido a los síntomas depresivos apenas estos aparecen, ofreciendo un refuerzo excesivo de los logros alcanzados en otras sesiones, sin tener en consideración que el narcisista suele considerarse “curado” apenas remiten sus síntomas disfóricos, cuando en realidad la patología subyacente de la personalidad que los causa permanece intacta.
  Debido a la automatización defensiva del paciente con Trastorno Narcisista de la Personalidad se hace necesaria una intervención profunda si se desea provocar un cambio verdaderamente estructural y permanente. Es necesario tener en cuenta que estos pacientes tiene por delante una dura tarea como consecuencia de su concepción polar; si no son magníficos no son nada, y ser nada amenaza su existencia psíquica.

Narcisismo Tratamiento. La percepción de los matices


  Ni todo es blanco ni todo es negro. El paciente narcisista es polar en su concepción del mundo, o algo/alguien es magnífico o es una porquería, y esa guerra que mantiene fuera es la misma que sostiene dentro, en lo referente a la percepción de sí mismo. En ese sentido puede decirse que el paciente narcisista tiene un gran parecido con el adolescente, que en plena búsqueda de su identidad viaja entre lo magnífico y lo penoso.
  Esta concepción del mundo hace que el narcisista sufra una labilidad emocional que le llevan a cambios bruscos de humor y estados de ánimo. Las expectativas infladas del narcisista lo llevarán a tener que soportar una aguda frustración; un enfado grande debido a su deseo oceánico; “lo quiero todo y lo quiero ya”

  Una desilusión realista necesita consuelo, y esto es lo que más falta en su historia temprana, luego su posición grandiosa obedece en gran parte a una capacidad hipo-desarrollada para consolarse a sí mismo. Durante el proceso terapéutico el narcisista atravesará la experiencia de sufrir la pérdida; el paciente se dará cuenta que el mundo del contacto interpersonal solo se aproximará a aquello que desea en su fantasía y que los padres generosos y perfectos que están siempre ahí cuando se les necesita y ausentes cuando el niño necesita espacio, no son posibles ni siquiera en la infancia; en la vida adulta, aún menos.
  Lo imposible ha de ser lamentado y para sanar, el paciente con Trastorno Narcisista de la Personalidad debe reconocer la pérdida,  los límites de lo humano, elaborar el duelo y continuar.
  A medida que el paciente narcisista va contactando con su sentir más genuino comienza a tocar con uno de los aspectos más espinosos de su proceso; la frustración. Todo lo que no se ajuste a sus expectativas será un calvario al principio de esta nueva toma de conciencia. La toma de conciencia con su niño interior puede que le resulte gratificante en cuanto a la conquista de su parte más lúdica y creativa. Por otra parte, el mundo emocional de los niños también lo conforman las pataletas, que afloran cuando las cosas no son exactamente como ellos esperan.

La ira, la decepción y la aceptación realista


Es duro para el narcisista comprobar que todos los sueños que había construido en su interior con respecto a las posibilidades de las relaciones humanas no se acercan ni de lejos a la dolorosa realidad.
  Ese recorte de expectativas produce unas emociones muy parecidas a las etapas de un duelo, donde no resulta nada fácil la renuncia de lo soñado. El paciente narcisista se encuentra en un problema de renuncia, y la peor renuncia es la de lo que nunca se tuvo.
  No hay que olvidar que el narcisista basa su búsqueda del amor (de forma más o menos consciente) en el sueño de encontrar ese vínculo perfecto e idealizado. Esto le lleva a maternalizar sus relaciones de pareja.
  A partir de la desilusión frente a las posibilidades del contacto con el otro, el narcisista puede ir comprendiendo que amar significa aceptar en el otro una cuota de defectuosa humanidad.
 La psicoterapia es para el narcisista una segunda oportunidad donde encontrar un punto de anclaje y confianza desde donde comenzar a construir algo más sólido, libre y realista, con la ayuda de un vínculo adulto donde apoyarse.

El Ego

  La psicoterapia puede reportar al narcisista la capacidad de bandearse más libremente y de forma más creativa con su ego, que consiste en una defensa rígida frente determinados estados de conciencia. La terapia Gestalt ha demostrado que desde un excesivo ego la persona se impide a sí misma el contacto óptimo con su ambiente, donde poder satisfacer las necesidades afectivas que tanto teme.
  Se supone que el narcisista que va siendo capaz de flexibilizar su rígida postura ante el mundo puede contactar con sus necesidades afectivas sin negarlas, ampliar su arsenal de respuestas para relacionarse desde una actitud más espontánea, y vivir el presente sin tanta necesidad de manipulación, fantasías compensatorias, intelectualizaciones, auto-engaños, etc.

Sentimientos de vacío


  El proceso de cambio que el paciente narcisista atravesará pasa por aceptar su otro sentimiento de deflacción (versus inflacción) dice Yontef, donde la caída del ideal conlleva sentimientos de duelo y  una buena dosis de rabia para desestructurar y hacer añicos una situación de fantasía frente a la dolorosa realidad que ha de ser aceptada.
  A medida que el narcisista es consciente de la discrepancia entre su imagen y la realidad puede ir elaborando el duelo y abandonar las energías empleadas en el mantenimiento de la defensa, para obtener la libertad de ser lo que es en lugar de lo que pretende ser.

 A lo largo del proceso terapéutico el paciente narcisista atraviesa por sentimientos de soledad, y con los primeros sentimientos de soledad también emergen las primeras necesidades de contacto genuino con los demás, y la posibilidad de experimentar identificaciones con el otro.

Perfeccionismo


  El éxito terapéutico se relaciona con el abandono de la necesidad de perfección y la aceptación de lo que se es más que la obsesión en lo que se “debería ser”. Gary Yontef aporta datos sobre la falta de contacto auténtico que los pacientes narcisistas mantienen con sus padres y cómo este fenómeno no se descubre al inicio de la terapia, debido a la gran idealización que el paciente trae de su familia, especialmente de su madre.
  El aspecto más importante de la infancia de este tipo de paciente, y una de las causas de su patología, es el sentimiento de no haber sido percibido de forma precisa ni correspondido de forma adecuada, de manera tal que se reconociera su propio sí mismo, incluyendo su experiencia emocional, necesidades, habilidades y debilidades.

El vínculo

  Si el psicólogo consigue establecer un vínculo con este paciente es más fácil que el narcisista pueda ir deshinchando su sí mismo falso construido de fantasías y permitir que se haga figura su autenticidad.
  Desde la sensibilidad y la empatía el terapeuta puede reportar al narcisista una
experiencia correctiva, donde sí es recogido en su sentir y reconocido como persona valiosa, ayudándolo en la reconstrucción de su identidad.
  Luego la finalización exitosa de una terapia de trastorno narcisista de personalidad se relaciona con un cambio profundo y un encuentro con su verdadera identidad personal; un trabajo que siempre resulta largo en el tiempo si se desea que la persona obtenga una comprensión profunda de su estructura de funcionamiento.

LA DICTADURA: TOTALITARISMO

  La modernidad, el signo del siglo XX, abrió los ojos a la humanidad hacia el terror sobre el cual podía fundarse un gobierno totalitario.
  Surgieron en pleno siglo XX, siendo éste el siglo totalitario por excelencia en el cual se manifestaron por vez primera y sin precedente alguno los gobiernos totalitarios. Fueron ellos quienes innovaron, favorecidos con la tecnología moderna, el asesinato en masas con máquinas y técnicas. El ejemplo más claro son las cámaras de gas usadas por los nazis. La dictadura latinoamericana no llega a ser totalitaria del todo en este aspecto puesto que su postura no es aislar a los seres en campos de concentración sino enclaustrarlos en un país. Les da una libertad falsa mientras los atrapa en una suerte de isla para con el mundo.
  Hitler es la expresión del totaliratismo puro que busca extender su territorio. Trujillo, por su parte, no alcanza el grado de totalitarismo puro porque no utiliza una política exterior imperialista que busca extender su territorio de dominación. En cambio se encierra en sí mismo, semejándose a la figura laberíntica del minotauro. “El dictador es siempre un hombre solitario que se queda en un laberinto que él mismo o que sus circunstancias han creado” (Sarrochi, 120).

  Hitler utiliza la guerra como medio de expansión territorial y dominación masiva, mientras que Trujillo se contenta con tener un régimen unipartidista. En los dos hay institucionalidad de la violencia mental y físicamente. Esto es un rasgo sociopatico de la personalidad: difundir el terror colectivo.

CONCLUSION

  En psiquiatría, la patografía tiene una mala reputación. Dichos diagnósticos son problemáticos porque que se han llevado a cabo a posteriori, sin que el principal medio de diagnóstico, la exploración psiquiátrica, sea un examen directo en el paciente.
  Es claro que ambos dictadores padecían trastornos de personalidad. La pregunta es como subieron al poder y se mantuvieron y como las personas se dejaron llevar por ambos gobiernos totalitarios.
  La respuesta podemos encontrarla en la filosofa judía Hanna Arendt. Son dos las grandes tesis que están detrás de las conclusiones de Arendt y, puede decirse, del conjunto de su filosofía. En primer lugar, considera que se había producido ya en su época cierto derrumbe de lo que parecía fijo y permanente en materia de moral, no hay nuevos asideros para los valores más allá de las simples costumbres, por lo que la incapacidad para pensar que puede tener el individuo es más fuerte en este contexto. La segunda tesis de Arendt está ya desarrollada en su obra Los orígenes del totalitarismo, donde decía que la esencia totalitaria reside en que las personas se convierten en meros funcionarios (en el peor sentido del término); los individuos de un régimen totalitario serían elementos del engranaje de una maquinaria que se mueve desde fuera, hasta el punto de que no tienen opción para dejar de cooperar dentro de ese mecanismo por muy malo que sea (ya que siempre se considera que es peor para el conjunto dejar de cooperar). Es por eso que esos individuos que forman parte de un    engranaje totalitario nunca pensaron en la sustancia de lo que hacían. Arendt distingue entre dictadura y régimen totalitario; si los dictadores llevan a cabo crímenes de forma consciente para llevar a cabo sus fines, en un sistema totalitario los crímenes no son percibidos como tales por quienes los ejecutan.
  
  Desde este análisis, los crímenes en un régimen totalitario no son cometidos por sádicos ni monstruos, sino por personas corrientes, incluso respetables.
  Según Arendt, en un sistema de estas características, solo una persona que sea capaz de pensar, que puede llevar a cabo un ejercicio de autoreflexión y autocrítica, concluirá que no puede hacer determinada acción con el fin de no cooperar ni convivir con el crimen. Así, la persona con conciencia moral para Arendt es la que elige no realizar un acto que atenta contra su propia conciencia y se niega también a seguir viviendo con los criminales (los que, precisamente, carecen de conciencia moral). La filosofía moral de esta autora parte de lo concreto para llegar a establecer unos principios generales, puede decir que es una manera de dar la vuelta a Kant; ya no existirían reglas
universales fiables, las cuales en cualquier caso pueden conllevar el peligro de convertirse en hábitos fijos de pensamiento que impidan apreciar la riqueza y diversidad de la realidad.
  En cualquier caso, el que permanece fiel a unos valores preconcebidos de pensamiento, ya ha dejado de pensar para Arendt; es la norma, convertida en algo rígido e inflexible, la que le dice lo que tiene que hacer en cada caso.
  Cuando al individuo se le da ya todo pensado, se acaba volviendo superfluo como persona y es intercambiable con cualquier otra; y eso es lo que considera que ocurrió con ambas dictaduras donde el pueblo comenzó a normalizar la locura y la locura se convirtió en el habito ciudadano de toda una nación.

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